miércoles, 6 de abril de 2011

De polvos invisibles con chicos demasiado originales.

Jóvenes reprimidos. Panda de neo-románticos, intento de progres con aire indie y rollo tirado. Quieren que su vida se base en el credo que sacaron de Trainspotting. Desean que los demás los veamos como a un filme vanguardista experimental mientras aprecian la savia entre ser un gafapasta con pitillos y un pijo con barbitas. Creen que nos maravillan con sus dogmas y sus formas de pensar tan flamantes y estúpidas. Se dedican a matarse lentamente mientras consumen drogas caras con el dinero que ganan ahorrando en tabaco de liar. Ellos quedan bien con todo el mundo, porque pertenecen a una nueva especie de buenrollistas que nunca tiene movidas con nadie. Ellos siempre saben qué decir y cómo actuar, pero son los únicos que se ponen verdes unos a otros de forma desmesurada. Atrevidos y descorteses, aparecen en tu espalda como aguiluchos buscando ratas que comer. Son buenos habladores y hacen chistes que solamente ellos entienden. Así, sin más, te invitan a lo que quieras (recordemos que ahorran comprando tabaco de liar) y donde quieras. Y si tienes amigas, mejor. Conocen a todos los nuevos grupos de música nacional e internacionales, asistieron a mil y un festivales caros, pero en el fondo nunca tendrán alma de Glastonbury ni Ortigueira. Se hacen mayores y crean su propia productora financiada por sus papás (que obviamente les pagaron la carrera que querían estudiar en la peor universidad privada del territorio nacional). Se dedican a echar flores a quien quiera posar para ellos, siempre y cuando tengan un chochito en el que anidar durante 15 minutos. Algunos, los que no estudiaron carreras propias de su condición, se frustran y entonces se creen más modernos todavía, porque, obviamente, son unos pobrecitos y todos lo están pasando fatal. Se vuelven “anti-lo que sea” con tal de que se note que no son capaces de vivir en la sociedad. Luchan contra injusticias que desconocen y votan a quien se les mande. Muchos otros, se apegan a nacionalismos y con 35 años dejan de hablar castellano. Son guays, fantásticos, asombrosos y totalmente fingidos. A los 40 empiezan a añorar sus 20 y vuelven a dejarse patillas, porque lo vieron en una foto que publicaron en la revista de moda. Unos tiñen sus canas de negro y esconden la cabeza tras un aparato electrónico muy caro, mientras otros se las dejan porque a las jovencitas les encanta.
Nos vuelven locas, porque son sinceros, pasionales y no les afecta lo que diga la gente de ellos. No les gusta ir por la calle de la mano porque son muy duros y hacen canciones babosas sobre amores que perdieron, lo que crea en nosotras un indomable deseo que nunca querremos esconder. Alguno que otro nos incita a alimentarnos de su afición por la música, el arte, la lectura o la escritura, sin tener en cuenta que, posiblemente, no sean ellos los únicos que la amen. Son capaces de que nos pasemos el día y la noche pensando en la conversación tan agradable que tuvimos mientras bebíamos la cerveza más cara del bar. Consiguen que dejemos de lado romances pasados que todavía perduran, por lo que hacen que nos engañemos a nosotras mismas creyendo que son ellos quienes van a perdurar. Pasan el día fumando porros y bebiendo como cosacos, como si fuera lo único que los diferencia del resto de veinteañeros del lugar. Se piensan que por vestir como lo hacían nuestros padres en los 80 van a lograr que se nos caigan las bragas, y lo consiguen. Y eso, a nosotras, nos encanta. Son capaces de ser tantas cosas a la vez que solamente les encuentro un fallo: se apegan tanto a su rol de entes prodigiosos que ni siquiera son capaces de echarnos un buen polvo.


E cando me decato de como imos pasar por este
mundo sen deixar rastro despois de levar unhas vidas
estúpidas, comprendo con rabia que na vida o único
que queda é o amor.
ORHAN PAMUK: Neve. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario