lunes, 19 de diciembre de 2011

Me gusta la palabra "pulular".

A ver si consigo expresarme bien… ¿sabéis de qué os hablo cuando digo que tengo tantas cosas que contar que no sé muy bien qué deciros? Ni cómo empezar, ni la manera en que quedaría propiamente formulado. Acaban de recomendarme que un resumen del año que se está acabando sería una buena forma de comenzar, pero quizá sea demasiado… ¿común? Si, igual “común” es la palabra. Y, ¿sabéis qué? Me gusta bastante la idea. Aunque, volviendo a lo mismo de las primeras líneas, aprendí tanto este año que no sé qué poner en primer o segundo lugar, ni siquiera en último. Vivir, vive todo el mundo, quiera o no, pero muy poca gente aprende de las experiencias que vive. Quizá la RAE debería plantearse una palabra ‘alternativa’ a vivir que implique ‘pasar de largo’ sin darse cuenta casi. “Pulular” es buena para ello. Hay gente que pulula, y gente que vive. Puede acercarse, lo que intento explicar sobre el significado de las palabras, a la diferencia que veo entre ser una ‘persona’ y ser un ‘ser humano’. Creo que las personas viven y los seres humanos (aquellas no-personas) pululan. Sin embargo la palabra pulular me gusta tanto que me da pena utilizarla exclusivamente para definir algo ‘carente de’, así que iré pensando otra mientras escribo…

Siempre digo que es bonito vivir la vida ‘como si no hubiera mañana’, aprovechando cada instante, cada segundo, cada mirada o cada frase por si acaso se acaban; para poder estar satisfechos con lo que sentimos, decimos y hacemos en todo momento. Sin arrepentirnos después, aunque no nos guste aquello que hemos hecho… siempre sirve de algo. Bueno o malo, de todo se puede aprender y sacar algo en claro. Porque, para mí, la receta para la felicidad y el bienestar consiste en sentirnos a gusto con nosotros mismos. Podría definirse como algo así:

“Que se pare el tiempo cuando una sola persona en el mundo decida decirte que no. Que la mar se calme cuando pretendan excluirte de donde quieras estar. Que algo impida a un músico componer en el punto álgido de su carrera si alguien intenta poner nombre a lo que está sucediendo. Que nadie hable más de nada en el momento en que se olviden de ti. Que el agua deje de resbalar por tu piel, y se quede pegada a tus poros cuando estos se cansen de escuchar y se cierren. Que, a la vez, se ahoguen todas las risas en silencios de los cuales nadie va a escribir. Que la estrella más brillante deje que emitir luz si decides bajar la cabeza ante los demás. Que te pierdas para siempre si no sabes encontrarte. Que empiecen a sangrar los ojos de la gente que no quiera llorar. Que los abrazos abrasen como arañan los besos de quien no sabe amar. Que se agote la libertad de quien no la ansía. Que las telas de araña sean la cuerda más fuerte que ata la vida de quien menos la merece aunque sepa valorarla.”

No voy a contaros mi año, no en este momento. Voy a hacer que recapacitéis sobre el vuestro, sobre todo aquello que habéis vivido, pero solamente pensad en esos recuerdos de los cuales podáis afirmar que aprendisteis, ya sea un aprendizaje ínfimo o gigante.

Cierra los ojos y piensa en todos los momentos felices que has vivido. Haz que pululen rápidamente por tu memoria como flashes de vida que ciegan tu interior. Ahora, recuerda también los tristes y date cuenta de cuánto merece la pena existir y seguir adelante, con otro año, pero con la misma vida. O incluso con una diferente, pero intenta no pulular por la vida de quién merece la pena. Haz que seas, mas que un recuerdo, una vivencia.  Yo ya lo estoy haciendo, quiero aprender.










Al ser humano se le ha hecho lo imposible para que elija. Para que tome partido, para que acepte a priori, para que rechace a priori, para que deje de mirar, para que deje de existir, delante de una cosa que simplemente habría podido amar, o encontrar fea, sin saber por qué. Samuel Beckett

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